jueves, 17 de diciembre de 2009

Nada es para siempre

Nada es para siempre,
no perdurará,
caerá en el olvido,
y se borrará.
Tu corazón de hielo,
no derretiré,
combato piedra con el fuego,
nunca venceré.
Nada es para siempre,
pues mañana sentiré,
el recelo de tu cuerpo,
el deseo del ayer.


Y será, será, será,
que solo yo recuerdo lo olvidado,
que solo yo te miro como ayer,
que no eres tú quien se pierde entre mis labios,
que no eres tú quien mañana yo tendré.



lunes, 9 de noviembre de 2009

verso perdido


Parte de mí tú formas,
cuando con un beso no conformas,
tu deseo refrenado,
que hoy se siente cautivado.
Parte de mí tú eres,
cuando me miras de soslayo,
tu aproximación se apodera,
y penetra como un rayo.
Rayo, rayo de luna,
que ilumina el firmamento,
es la gloria indómita,
al apoderarse un sentimiento.


Singular excelencia,
tú eres...

jueves, 22 de octubre de 2009

¿Quién soy?


Quién te mira,
quién te ve,
quien se esconde,
yo seré.
Quien recuerda recuerdos olvidados,
quien susurra bajo y alto,
quien se burla con descaro,
yo seré.
Seré, un ser sereno,
quien se esconda en tu sombra,
quien abrase al sol con su transparencia,
yo seré.
Quien fui no soy,
no soy quien seré,
quien te mira,
quien te ve,
quien se esconde,
yo seré.



porque todos existimos para alguien.

martes, 20 de octubre de 2009


bajo la sombra del olvido,
he contruido un nido,
bajo la sombra del olvido,
porque tu abrazo no he conocido,
bajo la sombra del olvido,
te observaré,
bajo la sombra del olvido,
repudioté.
lo incomprendido estrecharé
y recordaré,
que de tu olvido estoy hablando,
pues por desgracia hablando estoy,
de algo que nunca olvidaré.




Se advierte que estos versos no están relacionados con mi estado de ánimo, simplemente he sucumbido a la inspiración, que me otorgó un juego de palabras.

sábado, 19 de septiembre de 2009

carcolas a la mar


Caracolas a la mar,
quién siembra en ti el querer,
con tu dulce despertar,
te despides del ayer.
Caracolas a la mar,
sueños y nuevas poesias,
qué crecé en tu interior,
es la dulce melodía.
Caracolas a la mar,
carreteras asfaltadas,
el reflejo de un recuerdo,
ya no luce en tu mirada.
Caracolas a la mar,
hoy empieza algo nuevo,
hoy la brisa del futuro,
colorea el firmamento.

Tira lo viejo,
y trae algo nuevo,
ya no escribas los recuerdos,
ahora escribe los deseos.



Alguien me dijo una vez que las caracolas daban mala suerte, pues que sigan en el mar, y no alteren el progreso.



;)

lunes, 14 de septiembre de 2009

azul, como tú



Azul el cielo que nos mira,
azul el mar que nos traga,
azul es el agua que nos calienta,
azul es el hielo que nos separa,
azul, azul es la noche,
donde reposa un pensamiento,
pensamiento que dedico,
al azul de tu mirada.

domingo, 13 de septiembre de 2009

pensaré en ti



En un vagón vacío,
él me tocó con su mirada,
buscó en mi tristeza,
y encontró profundidad.
cuando toca el hielo,
se vuelve cálido.
capaz de convertir el ruido,
en una dulce melodía,
él es único,
porque un vagón lleno
se vació cuando entró él.
solo el traqueteo seguía entre nosotros.
cuando cesó;
en la aglomeración desapareciste,
y no volviste más.
ahora pienso en ti,
tu que endulzas mi expresión,
no te conozco,
pero te echo de menos,
y hasta que mi vida expire,
pensaré en el vagón,
por siempre vacío,
en ti,
por ti.

sábado, 12 de septiembre de 2009

es por mí


cómo saber si me he curado,
cómo saber si lo he olvidado,
cómo saber si me he encontrado,
si no sé lo que siento,
si no sé qué he sentido,
si no sé si te he perdido,
solo se que esto es por mí.




He aprendido que no hay dos personas iguales,
aunque sienta que una parte de mí se haya ido para estar siempre contigo, no me importa, haber aprendido a entenderlo, aunque a veces sienta que ya no estas conmigo. Es por mí.

dejar de pensar? ni pensarlo


A veces creo, que no puedo dejar de pensar, porque hasta cuando pienso en dejar de pensar, estoy pensando; y cuanto más lo pienso, más pienso, no para de darle vueltas, y al final siempre termino pensando sobre el mismo tema, por que no puedo para de pensar, solo darle al off y ya, he descubierto, que en este mundo nada es sencillo, y si lo es, es demasiado complicado para explicarlo, está simplificado en la sencillez.
Y si eres capaz de quedarte en blanco, es que no has pensado que el mundo sea tan maravilloso para dejar de prestarle atención tan solo unos segundos.

viernes, 4 de septiembre de 2009


Resulta complejo como la mente no logra ponerse de acuerdo y te hablan varias voces a la vez. Todas parecen convincentes, y no sabes a cuál elegir. Yo lo he llamado, mi parlamento particular, aunque a veces creo que es una anarquía. Sabes, cada una de esas vocecitas, tienen una identidad, y aun debiendo formar parte de un equipo, se dispersan y atacan entre sí. Sí, no son muy maduras, pero es lo que tengo ahora mismo, y es lo que tengo que usar. ¿Que si me ayuda de algo?, pues no, de hecho, si yo, se supone que soy la autoridad, todabía no he conseguido que no me manipulen y engañen a su favor. Creo, que me estoy volviendo loca. Ahora es cuando te preguntas,si cuando te dicen, tienes que hacerle caso a tu voz interior, nadie me hablo de que tendría que sacar a la poblacion de mi cabeza de la anarquía, porque, al fin y al cabo, terminan siendo una unidad, la cual soy yo, y no salgo bien parada. Asique abajo la anarquía y a buscar una buena presidenta, porque la que tenía no se donde se ha escondido.
- si estas ahí, te lo suplico, vuelve, porque desde que te has ido todas flotamos a la deriva, las chicas no paran de pelearse, no me hacen caso, y ya no sé qué hacer. Apiádate si puedes, hazlo por MÍ.







Hoy actualizo para celebrar, que lo que atrás queda, atrás quedó. Y no va a volver a no ser que sea eso lo que tu quieras. Porque por suerte el tiempo corre hacia delante y no hacia atrás.

Y porque no pienso dejar el trono sin una reina que dirija todo con entereza, sabiduría, y que no haga caso de las niñas tontas que le comen la bola, la única que manda es ella, y las cosas se harán de ahora en adelante segun sus deseos.

finalmente, porque, un final, no marca el fin de nada, solo es el advenimiento de algo nuevo, algo mejor.

jueves, 30 de julio de 2009

invirtuoso este pobre diablo, corazón


Cuando el sol se esconde,
y la luna no sale,
La oscuridad nos acoge,
y nos abraza la soledad.
Un sentimiento te envenena,
un musculo ya no late,
la sangre grita,
y se precipita en tu corazón,
se va pudriendo poco a poco,
y la luz de la luna no acaricia.
Comprendo al fin que,
si en este mar de lagrimas,
en este oceano de locura,
no estas tú para escucharme,
me ahogaré en la amargura.

sábado, 11 de julio de 2009

capitulo 2

Capítulo 2

Lea estaba leyendo un libro en la mecedora del salón. De vez en cuando miraba por la ventana, podía ver el mar romper contra las rocas. Un movimiento acompasado, subía el nivel con una ola, y bajaba cuando recogía para formar una nueva ola. El día era soleado, pero el viento azotaba los arboles contra las ventanas. El aburrimiento llegaba a hipnotizar. Pero alguien perturbó su concentración, alguien, llamó al timbre. Entonces Lea se acercó a abrir la puerta, miró por la mirilla; era un chico de su edad alto guapo, de ojos marrones, y pelo oscuro, doblaba la boca en una media sonrisa, tenía las manos metidas en los bolsillos, forzando una postura casual, pero se notaba que estaba un poco nervioso. Entonces Lea abrió.
–Hola, tú e... –es lo único que le dio tiempo a decir antes de que Alison, quien había aparecido de la nada lo cortase, sus pupilas se dilataron, y desvió la mirada avergonzado.
–Hola Tomas, no te esperaba, -Alison cerró la puerta tras de sí– creía que vendría Albert. –Alison esperaba una respuesta, y puso cara de interrogante.
–Mi padre, está en el coche, pero, prefería que fuera yo quien se dirigiera hacia ti –Explico Tomas. Alison pensó unos segundos y asintió, del resto de la conversación ya no se enteró, se alejaron caminando unos pasos de la casa.
Lea se quedó pensativa, y cuando Alison volvió entonces apareció Arthur, bostezando, se acababa de levantar de la siesta.
– ¿Quién era? –dijo mientras se rascaba la cabeza, dirigiéndose a Lea.
– ¿Me dices a mí?, no lo sé, era un chico, que quería hablar con Alison. –entonces Lea dirigió su mirada a Alison.
–Nada, el hijo de un viejo amigo –respondió Alison.
–Y qué quería –dijo Arthur.
–Me manda saludos de su parte.
–Ohm, y ¿ya está?, ¿viene su hijo a decirte, saludos de parte de mi padre y se va?... ¿no te parece un poco extraño?
–Sí, bueno no, él es así conmigo –Arthur la miro con incomprensión, entonces Alison añadió para terminar de convencerlo– vieja confianza supongo, aquí somos así.
–Sí, bueno, supongo –respondió Arthur.

Lea, cada día miraba con mas recelo a Alison, pero siempre aparentando indiferencia hacia su persona. Procuraban ambas no permanecer la una en la presencia de la otra, y así Lea se fue aislando cada vez más de todos. Atendía sus obligaciones de asistencia al instituto. En clase, se sentaba al frente como una buena alumna, y aunque parecía que miraba al frente, y prestaba atención a las explicaciones de los profesores, a quienes les era indistinto, perdía la mirada observando por la ventana. No soñando despierta, sino que permanecía inerte sin pensar en nada, observaba los arboles, las hojas, hasta el punto de considerar fascinante, cómo un caracol trepaba por una rama, y lentamente, se desplazaba por ella, hasta llegar a las hojas y comenzaba a alimentarse. O el trabajo en equipo de las hormigas obreras, cada día juntaban alimento para garantizar la supervivencia de la colonia. Eso no existía en la vida real, el trabajo en equipo, pensar en grupo, nunca se ha dado el caso de hormigas rebeldes, renegadas de sus hermanas que prefieren una vida solitaria y egoísta. Pero no importaba si se distraía o se dejaba de distraer, a que le prestase atención, a los profesores les era displicente, cuanto menos se vieran obligados a hablarle, mejor. Ese sentimiento de rechazo que experimentaba cada día la fue llevando por el camino de la soledad. No hablaba con nadie, ya pasaba de todas las personas, con total mutismo observa a Alison dominar a su padre, a Arthur, en el tiempo que pasaba en casa si no estaba trabajando temporalmente como encargado en la ferretería del pueblo, cuando llegaba a casa, solo recibía directivas a las que se había resignado a acatar. El resto del día lo dedicaba a sentarse en la mecedora con un libro, y de vez en cuando, se sorprendía contemplando el horizonte. Perdió la noción del tiempo, la palabra aburrimiento carecía de significado para ella, estaba en una especie de trance. Apenas comía, y se estaba quedando en los huesos, a veces también solía acudir a las rocas del acantilado, y observar el mar romper contra los salientes. Hasta que un día tras un mes aproximadamente.
Lea se dirigía tranquilamente a comprar el pan, como hacía cada mañana, una de las obligaciones que le tocaban en el reparto. Se disponía a entrar en el supermercado del pueblo, cuando alguien se dirigió a ella.
–Oye, perdona, ¿Cómo te llamas?
Lea no sabía que responder, se quedo tan sorprendida al comprobar que se dirigían a ella.
–Sí, chica te estoy hablando a ti, ¿cuál es tu nombre?
Lea respondió automáticamente, pero la voz le Salió ronca después de tanto tiempo sin hablar.
–Lea –repitió después de aclararse la voz, ya no recordaba como sonaban las palabras al salir de su boca, y le produjo una sensación extraña de añoranza. Nunca había sido muy habladora, pero estaba contenta de volver a pronunciar su nombre. Pero el hombre cortó sus cavilaciones. Tenía el pelo canoso, la voz un poco ronca e iba en silla de ruedas.
–Lea guapa, ¿harías el favor de ayudar a un pobre viejo como yo a llevar las bolsas a casa? Como veras tengo algunos impedimentos.
Lea lo miró con desconfianza y recelo, era de las pocas personas de este pueblo que se había dignado a dirigirle la palabra, y la primera en mucho tiempo, qué era eso, ¿amabilidad? No estaba segura y no sabía cómo reaccionar. Reflexiono unos segundos, pero termino ganando su ansia por volver a tener contacto con otras personas. Para ser la única persona que no hacia como que no existía no iba a ser ella quien lo rechazase.
–Si no vive muy lejos, no me importaría ayudarle.
–Muchas gracias, no todos los días se encuentran jovencitas que te lleven la compra a casa –Lea sonrió y recogió las bolsas del suelo– nunca te había dicho que sonriendo estas más guapa, en lugar de esa cara triste de hace unos momentos. –Dijo el viejo. Entonces Lea se ruborizó un poco y empezó a caminar hacia fuera del supermercado con las bolsas del hombre en la mano.
–Espérame, si todavía no sabes hacia dónde hay que ir.
El hombre se ajusto su sombrero vaquero el cual mecanografiaba en grande, CUBA, y empezó a empujar la silla de ruedas de espaldas impulsándose con la pierna izquierda. Lea entonces pensó que pretendía acomodarse mejor en la dirección en la que debían ir, para impulsarse solo con las manos, pero él siguió en esa posición calle abajo. <>, pero le caía bien.
–Es por aquí –indicó.
La verdad es que iba mucho más rápido de lo que pensaba, asique Lea tuvo que apretar el paso.
–Venga Lea, aun eres joven para estar cansada, tendrías que comer un poco más.
No siguió ningún otro comentario y el silencio se fue estirando cada vez más hasta que llegaron a su casa, no vivía muy lejos, en una casa emparedada entre las demás, pequeña, desapercibida. Hasta que la obligó a hablar haciéndole preguntas.
–Bueno ya hemos llegado, esta es mi humilde morada, –El hombre mayor soltó una risotada– disculpa mi falta de educación, supongo que ahora lo adecuado sería invitarte a pasar y tomar algo en muestra de agradecimiento.
El viejo enderezó la silla para acercarse a la entrada y abrir la puerta.
–Quiere que le ayude –dijo por fin Lea.
–No gracias, con esto puedo yo solo.
–De acuerdo –respondió Lea.
–Lo ves, puedo yo solo, venga pasa, que quieres tomar, ¿un té caliente?
–Sí gracias.
–Ven siéntate por aquí, vamos a dejar la compra en la cocina. Mira, la alacena está ahí, coloca las cosas dulces como puedas, y la leche, embutidos yogures y carne a la nevera, para que no se eche a perder.
Lea un poco sorprendida le fue guardando la compra donde le fue indicando. Cuando terminó de guardar todo, el té ya estaba preparado.
–Ven, vamos al salón ponte cómoda, oh perdona, soy un maleducado tú me has traído y guardado toda la compra y yo siquiera me he presentado. Bueno mi nombre en si no importa, puedes llamarme como me llaman todos aquí, el Viejo.
Lea no dijo nada.
–Bueno, y qué tal te va en el instituto, veo que no eres muy habladora, asique no te debe ir mal, si prescindes de distracciones.
–Yo no, no soy muy estudiosa –respondió Lea.
–Venga sigue, te escucho, al viejo si hay algo que le sobra es tiempo.
Lea calló unos minutos, y empezó a hablar.
–Yo no soy muy estudiosa, antes, cuando era más pequeña solía sacar buenas notas, cosa de los hábitos de estudio que te inculcan tus padres cuando eres pequeño.
–Y ahora, qué pasa, ya no sacas buenas notas, Porqué.
–Mi madre; cuando ella murió, todo empezó a ir mal. Mis amigos se alejaron de mí, y mi padre también se alejó de mí cuando conoció a Alison meses después de que mama nos dejara. –Las palabras se le iban atragantando a medida que el viejo seguía con su interrogatorio.
– ¿Por qué hicieron eso tus amigos? ¿A caso no deberían estar a tu lado en esos momentos tan duros?
–Fue todo por mi culpa, ellos me llamaban para saber cómo estaba, pero me sentía tan mal. Supongo que desde ese momento he estado sola. Ahora ya no hay nadie a quien yo le importe.
–Pero ahora te has mudado, ¿tampoco has encontrado aquí nuevos amigos? Aquí la gente es muy amable y amistosa con todo el mundo.
–Aquí nadie me dirige la palabra se nota que no me quieren cerca. Todos se alejan y hacen como si no existiera, no creo que sea algo que te haya paso inadvertido.
–Entonces qué haces el resto del tiempo.
–Nada.
– ¿Nada?
–Nada, solo me levanto por la mañana para ir a comprar el pan, voy al instituto, donde tampoco hago nada, y cuando vuelvo a casa, sigo estando sola, a veces leo uno de mis libros y miro el horizonte del mar.
–Entiendo, la gente está siendo dura contigo, pero no te preocupes por eso, ya se les pasará, son solo tonterías de la gente, ya verás.
Lea levanto la mirada de la taza en la cual había fijado su atención con la cabeza baja, y miro al Viejo a los ojos. Un sentimiento amargo le recorrió el cuerpo y no puedo contener las lagrimas, no quería que nadie la viera llorar, asique se levanto y apresurada se dirigió hacia la puerta.
–Tengo que irme –dijo con la voz entrecortada.
Demasiado tarde para que el viejo no lo notara, pero este hizo como si no se hubiera dado cuenta.
–Hasta pronto Lea, gracias por ayudarme a traer la compra.
Lea caminó a toda prisa hacia su casa, y cuando llego se dirigió deprisa a su habitación ignorando a Alison.
–Lea, ¿porque has tardado tanto, has traído el pan?
Aún seguía siendo sábado por la mañana, el resto del día discurrió sin cambios. Por la tarde Lea cogió uno de sus ya desgastados libros y se sentó en la mecedora del salón, y empezó a leer, el día se fue nublando lentamente y abrió paso al atardecer acompañado de una negra tormenta. Lea cerró el libro y lo dejó reposar sobre su regazo, corrió la cortina y miró por la ventana como cada tarde, dejándose mecer por el movimiento acompasado de la silla.
Ese día en el supermercado todos se quedaron atónitos frente a la forma de actuar del viejo, siempre tan gruñón y hundido entre sus pinturas, no hablaba con nadie.
Por qué a la chica, es lo que se preguntaban todos. A partir de ese día en lugar de ignorar a Lea, la gente observaba sus movimientos con desconfianza, como intentando descifrar cómo había conseguido calar al viejo.
Llego el sábado como cada semana, y el viejo se dispuso a hacer la compra, se acerco al súper con su forma peculiar de desplazarse, empujando la silla solo con la ayuda de su pierna izquierda. Y se quedó apostado en la entrada de las puertas automáticas, a un costado. Pasada media hora, apareció Lea, doblando la esquina con la cabeza gacha, llevaba puesto sus cascos como casi siempre. Y El viejo intento ser casual, como si no llevase ahí treinta minutos esperándola. Abrió el monedero comprobando cuánto dinero llevaba. Y levantó la mirada hacía Lea estratégicamente cuando ella pasaba distraídamente.
–Lea, que agradable coincidencia, ¿podrías ayudarme a hacer la compra?, hay cosas que están en las góndolas más altas y no llego, siempre tengo que llamar al encargado, pero no me hace mucho caso, y siempre se equivoca de producto. No me vendría mal un poco de ayuda sabes.
Lea que no llevaba los cascos encendidos, escucho lo que el viejo le decía, ella también quería parecer casual y hablar con alguien, que no la mirase mal, eso estaba bien por un rato. Añoraba el contacto con personas agradables.
–Me decía algo… mmm viejo –dijo Lea– es que no he podido escucharle, llevaba los cascos puestos, quiere que le ayude a hacer la compra.
El viejo sonrió.
–Eso estaría bien.
Cuando llegaron a su casa. Los dos ya habían hablado de variopintos temas, y Lea ya había entrado en confianza con el viejo y ya no titubeaba al hablar con él.
–Venga, abre tú la puerta, que seguro que esas bolsas pesan mucho para tenerte ahí esperando a que consiga acertar la cerradura.
Lea le sonrió, y tomó las llaves de su mano. Era la primera vez que lo tocaba, sus manos, estaban arrugadas por la vejez, y eran muy suaves, se veía que no había tenido una vida dura, pero tenía los dedos llenos de padrastros, las uñas cortas y un callo en el dedo media de la mano derecha, con la que le había alcanzado las llaves.
–Qué pasa Lea –dijo el viejo.
–Nada, nada.
El viejo se dio cuenta de que Lea se había percatado del aspecto sus manos.
– ¿Un té Lea?
–Sí, gracias.
–Ya sabes donde están las cosas, puedes hacerlo tú misma.
–Claro.
Entraron en la casa del viejo, y Lea advirtió los cuadros colgados en las paredes, pintados meticulosamente. La vez anterior no los había visto, porque aún estaba dentro de su extraño trance. Lea se entretuvo mirando cada detalle de las pinturas.
–Te gustan.
–Aja, son muy bonitos, –Lea miro sus manos otra vez y comprendió– los has pintado tú, ¿verdad?
–Muy observadora, efectivamente, los he pintado yo.
–Sus cuadros, tienen algo especial, transmiten la belleza de la realidad, habrá tenido que viajar mucho para pintar esos paisajes.
–Sí, es cierto, hubo una etapa de mi vida en la que me limite a viajar para poder pintar maravillas como las que observas.
–Vaya, debió ser impresionante.
Las semanas iban pasando, y Lea cada sábado ayudaba al viejo con la compra, y acudía a su casa a desayunar y escuchar las historias de los diferentes viajes de su vida.
–Ese sombrero, es de verdad de Cuba, ¿verdad?
–Pues sí, pero, no he tenido la suerte de haber visitado Cuba, me lo regaló un buen amigo, que conocí en Florida.
Y así fue descubriendo esa etapa escondida del viejo de la que nadie sabía. Era curioso como el viejo confiaba plenamente en Lea para compartir con ella esa parte de él, la cual no había compartido con nadie. El viejo aparte de ser un gran pintor, tenía un sexto sentido para catalogar a las personas, quizás por eso siempre había sido tan huraño con toda esa gente que solo sabía hablar de los demás, al no tener nada más interesante que hacer. Esa era la forma de abandonar el tedio del día a día en ese pueblo, meterse con los problemas de los demás. Y eligió a Lea de entre todos ellos para ser su amiga. Quizás esa gentuza no lo entendía, pero al viejo no le importaba.
–Que hablen, eso es lo único que saben hacer –solía decir cuando cuchicheaban sobre la peculiar pareja. Y Lea que lo único que tenía que perder era al viejo, era de la misma opinión.
Lea ya no se sentía tan sola, y no le importaba que nadie la quisiera en el instituto y en el resto del pueblo, ahí estaba su amigo siempre, cada sábado esperándola para hacer la compra. Solo pensaba de vez en cuando en su madre, pero no tenía mucho sentido, ella se quedó en el cementerio de New York, junto con el resto de su vida.

martes, 2 de junio de 2009

halo - beyonce







esta canción es genial

lunes, 1 de junio de 2009

Capítulo 1

Lea bajó del coche y dio un portazo. Arthur su padre, reprimió una expresión de disgusto, y Alison era ajena a algo que parecía ser un problema, como si eso fuera lo menos importante.
– ¿Esta es la chabola en la que vamos a vivir a partir de ahora? Lo digo porque lo mismo debería pasar primero por el hospital a que me pongan la antitetánica. –Dijo Lea.
– No digas eso, no hace falta ser tan despectiva, se ve que fue una bonita casa, solo necesita un poquito de restauración, quizás una manito de pintura…
–Vaya, sí es cierto que esta casa ha tenido mejores momentos, quizás debamos hacer más reparaciones de las que pensaba –objetó Alison.
–De las que pensaba… ni que las arañas patilargas pensasen, creía que eso se les reservaba a especies con masa cerebral. –Pensó Lea en voz alta mientras caminaba ente los pastos altos que rodeaban la gran casa.
Arthur empezó a sacar las cosas del maletero, Alison que había escuchado el comentario, frunció el ceño con desaprobación.
Lea era una chica delgada, con una figura estirada, tenía el pelo largo y castaño, y se le rizaban las puntas. Ojos color café que armonizaban con unas facciones delgadas. Pero era una chica aventurera, algo que no contrastaba bien con el aspecto frágil que le conferían sus flacas piernas.
Arthur su padre se parecía a su hija, pero este no era tan delgado como Lea, más bien lucia una no muy pronunciada, llamada curva de la felicidad. Era un hombre normal, de aspecto bonachón, lo que le hacía justicia. Quizás por eso Lea también pensaba que Alison estaba ahí para aprovecharse de ellos. Visto lo visto, hasta el momento, había conseguido prometerse y mudarlos a un lugar perdido en Massachusetts.
Alison parecía el tipo de mujer que le gusta ostentar, en pocas palabras, una “diosa” mediocre. Era rubia, de un amarillento artificial, por el contrario, llevaba las cejas oscuras y su bello corporal era bastante oscuro. Levaba prendas como americanas color chicle, o zapatos blancos de charol. Lea pensaba que solo su aspecto incitaba a la desconfianza, y le atribuía ciertas características de las garrapatas; parecía una camarera de gasolinera.
Era ya media tarde y el sol no quemaba como antes, Arthur seguía sacando maletas, pero le estaba costando bastante esfuerzo, estaban todas encajadas como un puzle y tenía que hacer fuerza para bajarlas del maletero.
“Por qué no habrá guardado sus cosas en el camión de la mudanza” pensó Arthur.

–Papá, sé lo que estás pensando, lo que ocurre, es que no guardó las cosas hasta el último momento, y el camión ya había cerrado las puertas, tenía que partir para llegar a tiempo.
–Lo que pasa es que no me cabía bien, y no podía cerrarlas, además, no iba a poner mis pertenencias ahí, ¿y si nos estafan y se quedan con todo? No me voy a arriesgar a que me lo roben todo, como comprenderás. –Argumentó Alison.
–Alison tiene razón papá, ¿y si nos roban todo? Así los únicos que tendrían que quedarse sin nada somos nosotros; no sé cómo me atrevo ni a pensarlo, la verdad es que somos un poco ingenuos.
–Bueno basta ya, no más sarcasmos y ven a ayudarme Lea –dijo Arthur exasperándose, entre las maletas que no querían salir, Alison que estaba parada en una baldosa mirándose las uñas, y Lea que había cobrado el papel de una amazona, en ese río de malas hiervas.
–Lo siento, pero no voy a ayudarte a descargar sus maletas, a ver si pasa algo y afortunadamente es culpa mía –dijo Lea.
– ¿Alison…? –dijo esperanzado Arthur.
–Te ayudaría, pero yo no sirvo para estas cosas cariño de verdad, solo entorpecería tu esfuerzo.
–¡Bah! –dijo Lea y se fue hacia la entrada de la casa, puso la mano en el picaporte para abrirla y recorrer el caserón.
–Está cerrado, las llaves las tiene Alison –dijo Arthur.
Lea volvió sobre sus pasos y se acercó a Alison.
– ¿Me las das, por favor? –dijo Lea con una sonrisa perfecta y extendió la mano hacia ella.
–Lo ves, con educación es más fácil conseguir las cosas –respondió Alison, y metió la mano en su bolso color frambuesa, removió el contenido unos segundos interminables y la final le dio el llavero. Tenía una fresa de goma colgando, y una llave oxidada.
–Gracias –le respondió Lea, le dedicó una sonrisa bravucona y se dio la vuelta para volver a intentar abrir la puerta.
Metió la llave en la cerradura, e intentó girarla hacia la izquierda, pero no abría.
– ¡Oh!, se me había olvidado, tira hacia dentro, y gira la llave hacia la derecha. –Dijo Alison.
–Pues sí que es antigua la casita eh...
Lea le hizo caso a regañadientes y entró en el salón. Era bastante amplio, conservaba los muebles antiguos enfundados en sábanas blancas. El suelo crujía bajo sus pies mientras recorría la estancia. Apoyó la mano sobre la barandilla de la escalera y tanteó el primer escalón. Lo cierto es que dudaba de la seguridad de la estructura. Se miró la mano y la tenía llena de tierra, pero subió para seguir con su exploración. Arriba había tres habitaciones amplias, una al llegar a la escalera a la derecha y las otras dos a la izquierda; siguiendo el pasillo marcado por la barandilla que daba al piso de abajo. Todo tenia cierto aspecto... precario, quizás un poco ¿siniestro? ¿Era esa la palabra? Estaba todo bastante oscuro, solo daba una ventana a la llegada de escalera, y no dejaba pasar la luz por la suciedad, a pesar de marcar las 12 pasadas en el reloj de su mano. Intentar limpiarla habría sido inútil, años de porquería se aferraban con fuerza a los cristales de toda la casa.
Empezó a visitar las diferentes estancias por la primera habitación. Abrió la puerta, que cedió con la suave presión de su mano. Las bisagras rechinaron acusando la falta de lubricación. Entro en la habitación y comenzó a explorarla con la mirada. En el centro había una cama individual, con una deslucida colcha floreada, los bolados rozaban el suelo, y hondeaban con la corriente de aire que se formaba con la ventana que estaba encima del cabezal de la cama. Había también un tocador muy antiguo, cubierto por el polvo. En esta habitación los muebles no estaban cubiertos por blancas sábanas. Y un gran armario cubría la pared de la izquierda. Lea sintió curiosidad, e intentó abrirlo, pero estaba cerrado con llave. Giró sobre sus talones para ver si encontraba la llave, miró rápidamente hacia todos lados, y entonces vio una chica de su edad reflejada en el espejo que acababa de descubrir colgado junto a la puerta. No fue consciente hasta pasados unos segundos y entonces se volvió a mirarlo con detenimiento. Solo estaba su reflejo, y l habitación de fondo. Todo había sido su imaginación, solo estaba ella allí, ella y su momentáneo temor. Lea se sentía un poco confundida, por un momento había sido todo tan real. ≪Esto es absurdo≫ pensó Lea, y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí. Y con el portazo impulsado por la correntada de aire cayeron montones de tierra del marco de la puerta. Un escalofrió le recorrió la espalda, pero decidió ignorarlo, y le dio un vistazo rápido al resto de la casa.
Siguiendo el pasillo, estaba el baño, poco iluminado también una bañera con una cortina raída y un espejo oxidado encima del lavabo. En la habitación contigua, había una cama matrimonial, también con un estampado floral y un armario como el de la otra habitación. Salió al pasillo y se dispuso a ver la última habitación, la del final. Entonces apareció Alison.
–Lea, deja esa habitación, no la vamos a utilizar, que ha llegado el camión de la mudanza. Lea soltó el picaporte y le hizo caso.
En la entrada de la casa había un gran camión forrado en publicidad, aparcado. Un hombre gordinflón y con vestigios de abandono, lucía una barba descuidad, y aureolas de sudor seco se dibujaban en el contorno del cuello y axilas.
– ¿Necesita que le corra el coche?... bueno veo que no, eh ¿los ayudo? –dijo Arthur.
–Sí, claro, este chiquitín no se descarga solo –dijo el camionero golpeando el lateral del camión, como si de una mascota se tratase. –Joe ven a echar una mano por aquí, no seas haragán.
Un chico de unos veintipico se bajo del otro lado del camión y empezó a descargar cosas, sin dirigirse siquiera a sus contratistas. EL otro, los miro y chocó sus manos y las frotó las unas con las otras.
–Bueno… ¿Dónde ponemos las cosas? –dijo este, Joe ya estaba bajando cajas de ropa. Entonces Alison apurada se adelanto y tomó la voz cantante.
–Eh eso es ropa ¿no?
–No sé señora, eso es lo que pone la caja.
–Esa es mi ropa –dijo Lea.
–Ponedla en la primera habitación de arriba a la izquierda.
Entonces a Lea la asaltó un sentimiento opresivo.
– ¿En la del al lado de las escaleras?, ¿por qué? ¿No puedo ocupar la otra, la del fondo?
–NO. Quiero decir, esa esta mejor situada, y está habitable, la otra, está… llena de cosas viejas, habría que cambiar todo de lugar, además esa es más grande, la del fondo es más pequeña. ¿Qué tiene de malo esa?
–Oh, nada, solo pensé que la otra tendría mejores vistas, ya que da a la entrada de la casa, y así podría ver el mar.
–Bueno señora, no tenemos todo el día, que hay muchas cosas por bajar. –Dijo el tipejo impacientemente.

El resto del día transcurrió tan tedioso como el propio viaje, insustancial. Era viernes por la tarde así que hasta el lunes no conocería a sus compañeros de clase, tampoco importaba, no sería distinto del instituto al que iba antes. En realidad, quejarse había sido solo por llamar la atención, no dejaba nada atrás realmente importante, solo su madre, asique no volvió a repetirse la disputa por el cambio; bueno casi.
Todo el fin de semana tampoco fue de relevancia, la habitación no era tan horrible, limpió los cristales y las contraventanas, cambió la colcha y repasó los muebles; pensó al terminar de limpiar. Desempaquetar cajas se convirtió en la rutina de esa semana. El armario no estaba realmente cerrado, la llave estaba encima del tocador, una llave antigua, con una trama trabajada. El susto del otro día ya había pasado, resolvió que el cansancio le había jugado una mala pasada, para qué seguir dándole vueltas a algo imposible.
El primer día en el instituto, fue, raro. Todos la miraban, algunos con curiosidad, otros con indiferencia, no le estaba costando conseguir la misma reputación que había tenido hasta ahora. En la clase, la sentaron con una chica rubita, con rizos perfectos, nariz respingona, quién prefería mirar al frente que hacia su lado. Su política de los últimos días, para qué pensar en ello, si no llevaba a ninguna parte. Los profesores la presentaron en clase, como la chica que ahora vivía en la vieja casa al final del pueblo, no muy lejos del mar. Eso pareció ser la sentencia.

domingo, 31 de mayo de 2009

Seguiré tus pasos


Cógeme de la mano,
Vamos a jugar,
Seguiré tus pasos,
Donde me quieras llevar.
Tus labios me acarician el cuello,
Tu pecho abrazando mi espalda,
Tu mano en mi cadera,
Me recorres suavemente.
Cógeme de la mano,
Vamos a jugar,
Seguiré tus pasos,
Donde me quieras llevar.
Pintaremos arcoíris,
Dibujaremos el sol,
Perderemos el control,
Bajo el éxtasis de la pasión.
Cógeme de la mano,
Vamos a jugar,
Seguiré tus pasos,
Donde me quieras llevar.
No quiero que termine,
El viento borrará,
Tu aliento caliente,
Susurrando el amor.
Los sentidos me aturden,
Este es el punto más alto,
El corazón me llena la boca,
Lo que tú me has provocado.
Ven y cógeme de la mano,
Vamos a jugar,
Seguiré tus pasos,
Dónde me quieras llevar.
No se traducírtelo en palabras,
Nos miramos a los ojos,
Tú me sonríes y me besas,
Y yo despierto en la soledad,
Los recuerdos me embelesan,
No hay cavidad en el corazón,
El sueño me traiciona,
No hay cavidad en mi razón.
Ven y cógeme de la mano,
Vamos a jugar,
Seguiré tus pasos,
Donde me quieras llevar.
Te lo suplico no me abandones,
No lo puedo soportar.

jueves, 21 de mayo de 2009

Razón de ser

Qué desear,
qué pretender,
si lo que uno quiere

nunca va a llegar a ser.
Por qué intentar,
por qué escapar,
si nuestro destino es perecer,
evitar la sombra del olvido,
tocar la luz es seguir el hilo,
conducirnos a ninguna parte sin sentido,
no tiene razón de ser.
Para que nacer,
si después morir,
cadena interminable sin destino.
Solo sentir,
para sufrir el sin sentido de nuestra existencia,
buscamos nuevas metas,
alternamos roles.
Toda la vida,
toda la existencia sin un Porqué,
para qué entonces seguir buscando,
esperando ser alguien.
Si ser,
no vale ya nada,
¿es mejor perecer? ¿No sentir?
¿O seguir esperando la incierta llegada de algo nuevo?
Nuestra razón,
no ser solo un eslabón de una cadena sin principio ni fin.
No hay mañana sin hoy,
pero mejor terminar hoy que mañana,
si mañana, el mañana de mañana, no será distinto del hoy.

Solo sé, que si no sé qué seré,

Tampoco seguiré siendo lo que hoy soy.

NADA